Xenofón de Constantinopla y sus compañeros

 

Dios con su palabra les pedía especialmente a los ricos: “A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen” (1ª Epístola a Timoteo 6:17-18). Este pedido, San Xenofón lo cumplido hasta el final, acompañado de Maria, su mujer, Arcadio y Juan sus hijos. La familia era de un buen pasar económico vivía en Constantinopla, en época de Justino.
El Santo siempre tenía la puerta de su casa abierta para socorrer a los pobres, y también toda su familia ayudaba con un gran espíritu filantrópico. Ellos corrían para socorrer a los huérfanos, dedicaban importantes sumas de dinero a la liberación de esclavos. Con la idea de que los hijos de Xenofón estudien leyes, los envían a Beirut, pero en el camino corrieron peligro sus vidas, y luego de sortear este inconveniente, decidieron ir a Jerusalén donde fueron ordenados monjes. Al enterarse los pares de lo sucedido a sus hijos, agradecieron y glorificaron a Dios, repartiendo luego todos sus vienes y partieron de la ciudad. San Xenofón lo ordenaron monje y se retiro a un monasterio en el desierto donde tuvo una vida acética, su esposa Maria tomo el mismo camino monacal en un monasterio de mujeres. Los Santos vivieron muchos años en los monasterios y entregaron sus almas en paz a Cristo.
Fuente: crkvenikalendar.com
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