Una cura para la depresión de Santo Silvano el Athonita

Pe. Vasile Tudora

 

“Mantenemos nuestra mente en el infierno cuando asumimos conscientemente el dolor de vivir en un mundo caído, cuando aprendemos de esta agonía temporal a evitar una tortura más grande como lo es una eternidad sin Cristo. . .”

 

La más grande plaga del siglo XXl no es el sida, ni el cáncer, ni la H1N1, no; en realidad se trata de algo que afecta a muchas más personas en maneras que apenas comenzamos a entender: la depresión. Se reporta que uno de cada diez estadounidenses sufre de una u otra variante de esta enfermedad. El promedio de uso de antidepresivos en los Estados Unidos se ha hecho algo simplemente preocupante. Un sondeo reciente revela que uno de cada ocho estadounidenses los usa. Prozac, Ziprexa, Cymbalta no son más nombres extraños, sino que ahora se encuentran casi en cada hogar de los Estados Unidos. Incluso los niños alcanzan el promedio de uso de los adultos. Estos son números altos y paradójicos, especialmente en un país donde todos son libres para disfrutar de “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Incluso en tiempos de crisis, los estadounidenses tienen una mejor vida que la mayoría de los países del mundo en todos los sentidos. Tan solo miremos la vida de los cristianos en Medio Oriente y nos daremos cuenta de las bendiciones que gozamos cada día. La mayoría de nosotros tiene trabajo, una casa, un auto o dos, suficiente comida, educación, igualdad de oportunidades y libertad religiosa, por nombrar algunos. Prácticamente no deberíamos buscar nada más; sin embargo una de cada diez personas está a la espera de algo, algo que les hace mucha falta, que es tan importante que no pueden superar esta necesidad por sí mismos. Esto explica el uso de las drogas; con ellas, los aspectos negativos de la vida pueden sobrellevarse más fácilmente. Son parches que ayudan a la gente a seguir con sus vidas por ciertos periodos cortos de tiempo.

Pero un parche sigue siendo un parche: esto solo puede ayudar a alguien hasta cierto punto. El hombre deprimido necesita una cura diferente, una que se encargará de la raíz de sus problemas, que va a borrar su desesperación y ofrecerle una nueva oportunidad en la vida. Una cura, sin embargo, no puede venir sin el entendimiento de la enfermedad subyacente. Entonces, surge la cuestión: ¿por qué América está deprimida? ¿Qué nos estamos perdiendo de la abundancia que nos rodea?

La respuesta corta es: extrañamos a Dios. Podemos pensar que extrañamos a alguien, podemos justificar nuestra depresión creando necesidades imaginarias, pero al final del día, lo extrañamos. Él nos ha creado con un propósito: unirnos con Él por toda la eternidad. Perder esto de vista perderlo todo, y, en nuestra corteza de miras seguimos anhelando algo que no sabemos que hemos perdido. Regresamos a la cuestión de quiénes somos, qué estamos haciendo y adónde vamos; es volver a lo básico.

En medio de la revolución de la información, la amplia red mundial y auge de la tecnología, el hombre todavía anhela los mismos fundamentos: propósito y dirección. La sociedad secular no puede darle ni lo uno ni lo otro. El propósito es temporal, para de existir cuando la vida se acaba, y las respuestas que uno recibe son tan contradictorias que terminan anulándose entre ellas. De esa manera el hombre está confuso, perdido y al borde de la desesperación. Está sediento, pero no hay fuente de vida, está hambriento, pero no hay comida para su alma eterna, está solo y no tiene a nadie.

Entonces, ¿qué hacer? Recientemente leí en una entrevista que al archimandrita Sophrony Sacharov, de bendita memoria, y en ese tiempo un monje más joven, le preguntó un sacerdote que visitaba el monasterio: “Padre Sofronio, ¿cómo seremos salvos?” El Padre Sofronio le preparó una tasa de té, se la dio y le dijo, “permanece al borde del abismo de la desesperación y cuando sientas que está más allá de tus fuerzas, detente y toma una taza de té”. Obviamente esta fue una respuesta muy rara y el joven sacerdote estaba muy confundido. Después fue con San Silvano el Athonita, quien no vivía lejos de ahí y le dijo todo, pidiendo su consejo. Al siguiente día San Silvano fue a la celda del Padre Sofronio y los dos comenzaron una conversación sobre la salvación. El hermoso fruto de su conversación fue la inolvidable frase que me gustaría también ofrecer como respuesta a nuestra conversación del día de hoy sobre la desesperación: “Mantén tu mente en el infierno y no desesperes”.

A primera vista, la respuesta de San Silvano no es menos extraña que la del Padre Sofronio, pero hace mucho sentido. En la cristiandad tradicional, las dificultades de la vida, las pruebas, son asumidas como parte de nuestra existencia caída. Nuestros cuerpos y nuestras mentes sufren tormentos, pero esto no es nada sino una fase temporal. Los Padres ascetas consideraban a las pruebas de la vida como a los ejercicios atléticos, muy útiles para practicar y mejorar los poderes del alma como la paciencia, la bondad, la esperanza, la fe y otras virtudes. Mantenemos nuestra mente en el infierno cuando asumimos conscientemente el dolor de vivir en un mundo caído, cuando aprendemos de esta agonía temporal a evitar una tortura más grande como lo es una eternidad sin Cristo. Pero hay esperanza en este sufrimiento porque Cristo mismo ha sufrido primero y ha abierto para nosotros una salida de la desesperación, del dolor y de la muerte. Cristo es la fuente de la vida, el pan de la eternidad y el único Hombre que necesitamos.

Como cristianos, debemos mantener nuestra mente en el infierno y no desesperar; al contrario, debemos dar gloria a Dios en todas las cosas, inclusive en el dolor, esperando, siempre esperando en nuestro Salvador, el Único que puede sacarnos de estar al borde de la desesperación y liberarnos para una nueva vida en Él. En Él, nosotros ponemos nuestra esperanza, en Él, encontramos un propósito, y, en Él, fijamos nuestra meta.

Por las intercesiones de nuestro padre entre los santos San Silvano el Athonita, por las oraciones de San Sofronio de Essex, de todos los Padres ascetas y los santos, ¡oh, Señor, compasión y esperanza, ten misericordia de nosotros y sálvanos!


Traducido del inglês al español por: Oscar Mauricio López Casillas

 

Fuente: russian-faith.com

 

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