Los santos màrtires Zar Nicolás, Zarina Alexandra, Zarevich Aleksy, Grandes duquesas Olga, Tatiana, Anastasia y María

 

San Nicolás, el último zar ruso, nació en 1868. De niño, era muy religioso, sin errores y libre de maldad.

Nicolás II fue coronado como zar en 1894, tras la muerte de su padre, el zar Alejandro. Comenzó su reinado con grandes esperanzas de paz, instando a otras naciones a reducir el tamaño de sus ejércitos y a buscar la solución pacífica de las disputas internacionales. La Conferencia de Paz en La Haya en 1899 sentó las bases para la Sociedad de Naciones y las Naciones Unidas.

Se casó con la princesa Alicia de Hesse, quien se convirtió a la ortodoxia y tomó el nombre de Alexandra. Sus hijos fueron Olga (1895), Tatiana (1897), Maria (1899), Anastasia (1901) y Alexis (1904).

La glorificación de San Serafín de Sarov tuvo lugar el 19 de julio de 1903, y el zar Nicolás asistió a las ceremonias en Sarov con su familia. En ese momento le dieron una carta escrita por San Seraphim escrita hacía más de setenta años, que pareció molestarlo. Aunque el Soberano nunca reveló el contenido de la carta, se cree que fue una profecía del derramamiento de sangre que engulliría a Rusia en menos de quince años.

San Nicolás fue ejecutado por los bolcheviques en Ekaterinburgo el 4 de julio de 1918 junto con su familia y sus sirvientes. Los prisioneros fueron despertados a altas horas de la noche y se les ordenó vestirse para viajar. Bajaron al sótano de la casa en la que se encontraban recluidos. El zar se sentó en una silla en medio de la habitación con su hijo Alexis en su regazo, mientras que su esposa y sus hijas los rodeaban.

Los verdugos entraron en la sala y leyeron en voz alta la orden para su ejecución. Los santos Nicolás y Alexandra murieron bajo la lluvia de balas, pero los niños no murieron de inmediato. Fueron apuñalados y golpeados con las culatas de los rifles. Sus cuerpos fueron llevados a una mina abandonada, cortados en pedazos y luego apilados frente a la mina. Sobre el montículo sangriento se vertieron azufre y gasolina y se prendió fuego. Cuando el fuego se apagó dos días después, lo que quedaba de los cuerpos fue arrojado a la mina y se lanzaron granadas. Luego se aró el suelo para que no quedara rastro de la disposición de los cuerpos.

 

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