La Iglesia Ortodoxa y el aborto

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Siguiendo las Escrituras, la ley canónica Ortodoxa formalmente identifica aborto con asesinato y requiere la excomunión a todos los involucrados: “Aquellos que den drogas que propendan a un aborto y aquellos quienes reciben veneno para matar al feto se someten a la penalidad del asesinato” (Sexto Concilio Ecuménico, canon 91).
En su canon 2, San Basilio el Grande específicamente excluye cualquier consideración que permita abortar en el período temprano  de embarazo. “Aquella que intencionalmente destruye al feto sufrirá la penalidad del asesinato, y no hay ninguna distinción con respecto a si el feto está formado o no”.

La disciplina punitiva de la Iglesia temprana admitía que los “asesinos”  pudieran recibir la Santa comunión únicamente a la hora de su muerte, si estaban arrepentidos.  Sin embargo,  hubo excepciones.  El concilio de Ancyra específicamente permite algunas excepciones para los involucrados en el aborto: “Concerniente a las mujeres que cometen fornicación y destruyen lo que han concebido o quienes son empleados en la producción de drogas para el aborto, un decreto pasado las excluyó hasta la hora de su muerte, de la Santa Comunión.  No obstante, siendo deseosos de usar cierto grado de indulgencia, ordenamos que ellos cumplan diez años (de penitencia)…” (Canon 21).
A fin de comprender totalmente la posición de la Iglesia Ortodoxa sobre el asunto del aborto, uno puede referirse a la solemne celebración de la Iglesia, de la fiesta de la Concepción de San Juan Bautista (Septiembre 4), la Concepción de la Theotokos (Diciembre 8) y desde luego la fiesta de la Anunciación (Marzo 25), cuando Cristo mismo  fue concebido en el vientre de la Virgen.  La celebración de estas Fiestas claramente implica que la vida humana – en este caso, la vida de Juan, de la Theotokos, y de Jesús, como Hombre – comienza en el momento de la concepción y no después,  cuando, supuestamente, el feto llega a ser “viable”.

Si uno permanece en la perspectiva Bíblica y Cristiana, no hay manera de evitar el hecho de que el aborto es una interrupción de la vida humana, este no puede de ninguna manera ser justificado por los argumentos que se aceptan tan comúnmente en nuestra sociedad permisiva y secularizada: el malestar físico o psicológico de la madre, superpoblación, problemas económicos, inseguridad social, etc.  Estos son desde luego males que necesitan ser curados, pero la cura no puede lograrse matando víctimas inocentes, que poseen una plena potencialidad para una vida humana normal.  Si el aborto se acepta, como un procedimiento normal para encarar los males de la sociedad,  entonces no hay estrictamente ninguna razón por la cual la matanza podría aceptarse como una “solución” en otras situaciones, particularmente en la enfermedad o vejez.  Si al enfermo “terminal” (y la gente anciana es generalmente “terminal”) se le pusiera libremente término a su vida, que descanso psicológico para aquellos responsables sicológica y materialmente de su continua existencia, ¡Pero que  horrorosa y totalmente inhumana perspectiva de la sociedad! Y asusta bastante descubrir que cerca estamos de su realización.

Para los cristianos, matar siempre es malo en cualquier circunstancia en que ello ocurra, no estando excluida la guerra.  San Basilio el Grande pide que los soldados que se hayan involucrado directamente en matar a alguien durante la guerra, hagan una penitencia de tres años (canon 13).  Sin embargo, por no condonar el total pacifismo (aunque lo admite a veces), la Iglesia reconoció que matar en la guerra no es totalmente idéntico a asesinar ya que esto ocurre (por lo menos, en un principio) para salvar otras vidas.  En otras instancias, cuando un homicidio ocurre en defensa de una vida inocente, esto no puede verse, estrictamente hablando, como asesinato.  Sin embargo, la actitud de San Basilio hacia los soldados indica que aun en este caso, asesinar esta mal, aún cuando posiblemente es un mal menor que una aceptación pasiva de la violencia por otros.  Por analogía, uno puede considerar que en un caso extremo (y muy raramente) cuando  se interrumpe la vida del feto únicamente para salvar la vida de la madre, puede también considerarse “un mal menor”.  Sin embargo, en estos casos, la horrible responsabilidad de la decisión debe ser tomada con el total conocimiento del hecho que matar sigue siendo matar.

Los Cristianos Ortodoxos poseen una guía clara de su Iglesia sobre este funesto problema, por lo que sus propias responsabilidades familiares y personales están comprometidas.  Ellos también ciertamente se opondrán a la legislación que legaliza el aborto, ya que ésta es una señal clara de deshumanización y cinismo de nuestra sociedad.  Ellos recordarán, sin embargo, que una posición moralmente válida contra el aborto implica un cuidado especialmente responsable de los millones de niños en la miseria, hambrientos, sin educación e indeseables que vienen en el mundo sin una seguridad de vida razonable.

 

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