El Gran Viernes Santo en los himnos poéticos de la Iglesia

Nicolás Pintilie

 

Es el honor de participar en la más bella noche de vigilia. Aunque fúnebre, en ella se puede vislumbrar el gozo de la Resurrección.

 

 

Cristo, que eres la Vida,

fuiste puesto en una tumba,

y los ejércitos de Ángeles se asombraron

glorificando Tu Condescendencia

 

¿Cómo mueres, Vida?

Y ¿Cómo moras en un sepulcro?

¿Cómo destruyes la soberanía de la muerte

y resucitas a los muertos del infierno?”

(Fragmento de las Lamentaciones del Gran Viernes Santo)

 

El Gran Viernes Santo, el Viernes de la Pasión, el Viernes Negro o el Viernes Seco, así fue como los Padres de la Iglesia y nuestros ancestros llamaron a este día viernes, antes de la gran fiesta de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Marcado y respetado por muchos cristianos con un ayuno total hasta la llegada del ocaso, este día representa, en el culto litúrgico, la Santa Pasión de Cristo el Salvador. La tragedia de hace más de dos mil años deviene en un hoy eterno, por medio del que quizás es el más conocido cántico de la Ortodoxia: las Lamentaciones. De mano de la abuela o de mamá, todos hemos cantado, con la Iglesia entera: “Cristo, que eres la Vida, fuiste puesto en una tumba. Como niños alrededor del ataúd de su padre, con lágrimas y profundo dolor, con flores y espigas de trigo, orábamos cantando al gran amor de Aquel que, siendo inocente, extendió Sus brazos en la Cruz, dándonos la posibilidad de la salvación.

Unimos nuestros cantos en una sola voz. No sabemos exactamente si llorar o regocijarnos. Este es el sentimiento que predomina cuando participamos en los oficios del Gran Viernes Santo. “Pareciera como si todas las personas que cantan con candelas encendidas en verdad se alegraran en la noche de las Lamentaciones… y es normal, porque todo se proyecta en la perspectiva de la Resurrección”, dice el teólogo ruso Sergio Bulgakov.

Las Lamentaciones del Señor es un canto fúnebre, un canto de tristeza. Lloramos ante el entierro de Cristo. Lloramos, pero es como si en nuestras almas brotara y tomara alas una pequeaa feicidad. Es el honor de participar en la más bella noche de vigilia. Aunque fúnebre, en ella se puede vislumbrar el gozo de la Resurrección.

 

Fuente: Doxologia.org

 

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