De repente vi porquerías por todos lados y me di cuenta de que esas eran mis oraciones

 

Durante la última Gran Cuaresma, uno de los cleros más superiores de la Iglesia Rusa en el extranjero (en los Estados Unidos), Padre Joseph Jarostchuk, quien celebró el quincuagésimo aniversario de su ordenación este año pasado, sufrió un padecimiento muy serio – fue diagnosticado con el Coronavirus y su caso era tan severo que empezó a prepararse para su muerte.

Consciente de que a Padre Joseph no le gusta hablar de si mismo, estaba casi seguro de que me negaría contar su historia para publicación en -Foma-. Así que estaba sorprendido y me alegró cuando me dijo, —Si piensas que será útil para la gente, entonces escríbelo.—

Y de verdad encuentro muy útil su historia. Y ahora, Padre Joseph en sus propias palabras:

Cuando empecé a tener fiebre, llamamos al doctor. Él dijo que tuve que ir al hospital. Allí me -detuvieron- y le dijeron a mi esposa que estaba muy enfermo. Mi cenfermedad era tan severa que aun no recuerda lo que pasó entonces.

Cuando gradualmente empecé a recuperarme físicamente, empecé a experimentar otro tipo de tentación. Estaba acostado allí y pensé: pronto viene Semana Santa – cómo amo sus oficios bellos, y entonces será Pascua…y por alguna razón recordé la creencia popular que si una persona muere el día de Pascua, de inmediato pasa al Reino de los Cielos.

Recordé esto – y de inmediato me detuve. Me miré y fui agarrado por la sensación extraña y aguga que el Señor no me oía. Vi que estaban porquerías por todos lados, unos botes de basura. Y me di cuenta de que todo esto son mis oraciones, mis esfuerzos ante Dios.

No era ningun tipo de visión; todo estaba pasando dentro de mi cabeza. Entonces pensé, —¿Comó puedo entrar en el Reino de los Cielos?— Estaba muy preocupado y empecé a leer la Oración de Jesús y otras oraciones que sabía de memoria.

Después de esto, todo cambió de alguna manera. Sentí que la vida de cualquier persona es el Evangelio. El mismo Evangelio, del cual imágenes pasaban por mi cabeza durante algunos días en el hospital. Sentí y vi todo – del nacimiento de San Juan Bautista, la Anunciación de la Madre de Dios, hasta la Resurrección de Cristo.

Y entonces pensé: cuando salgo del hospital, tendré que cambiar mi vida y dar más de yo mismo a la Iglesia y al Señor Jesucristo. Sentí que todo esto me fue dado como prueba para que yo pudiera mirar mi vida de una manera diferente.

Tal vez antes estaba un poco de alarde en mí: confiaba en mi voz, fui alabado, hacía grandes esfuerzos. ¿Pero, dónde estaba la oración?

Regresé a casa la víspera del Domingo de Ramos. Y desde ese mismo día, empecé a leer mis oraciones con mucho cuidado – y sus palabras empezaban a abrirse a mí en una manera nueva. Por las mañanas y las tardes, enciendo una lámpara y leo la regla de oración, aunque en el pasado, por pereza, a veces saltaba unas oraciones o las leía rápidamente de memoria. Intento pronunciar cada palabra muy atentamente y veo que eso no es fácil. El Malo (el diablo) me opone, intenta ponerme pensamientos en la cabeza. A veces una oración, aun -Padre Nuestro-, tiene que ser leído dos veces. Pasa a veces que la oras y piensas: —¿Para quién acabo de leer eso? ¡Empecemos otra vez!—

Pasa que había servido de clero durante 50 años y ni siquiera entendía la profundidad de estas oraciones…

Puede ser equivocado decirlo pero durante los días de mi enfermedad, sentía como si Dios me había puesto una bolsa colgada por mi cuello de mis pecados de toda mi vida. Después de Pascua, le pedí al sacerdote darme confesión en casa porque estaba demasiado débil ir a la iglesia. Confesé todos mis pecados de mi juventud hasta ahora que podía recordar. Querría una cosa – echar esta bolsa de un lado y empezar una vida nueva.

Esta confesión fue muy difícil pero de verdad la necesitaba.

www.foma.ru
Traducción por la oficina de comunicación del Diócesis del Este Norteamericano. 

 

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