45 Mártires de Nicópolis

 

Los Cuarenta y Cinco Mártires de la ciudad armenia de Nicópolis sufrieron durante el reinado del emperador Licinio (311-324), en ese entonces un corregente con Constantino el Grande. Licinio persiguió ferozmente a los cristianos y en su mitad oriental del Imperio publicó un edicto que condenaba a muerte a cualquiera que no estuviera de acuerdo en volver al paganismo. Cuando se inició la persecución en Nicópolis, más de cuarenta de los perseguidos por confesar a Cristo decidieron presentarse voluntariamente ante sus perseguidores, para confesar abiertamente su fe en el Hijo de Dios y aceptar el martirio. Los santos confesores estaban encabezados por Leoncio, Mauricio, Daniel, Antonio y Alejandro, que se distinguían por su vida virtuosa. El procurador del distrito armenio, Licio, ante el cual los santos confesores se presentaron, se asombró por la franqueza y la valentía de aquellos que voluntariamente se condenaron a la tortura y la muerte. Trató de persuadirlos de renunciar a Cristo y ofrecer sacrificios a los dioses paganos, pero los santos se mantuvieron firmes. Refutando todos los argumentos del gobernador, señalándole toda la falsedad de la fe en los viles y viciosos dioses paganos, que guian a los que los adoran a la ruina. El procurador dio órdenes de golpear a los confesores en la cara con piedras, y después, encadenarlos y encarcelarlos.

En la prisión de los santos se regocijaban y cantaban los salmos de David. San Leoncio los inspiraba y alentaba a los hermanos, y los preparaba para aceptar nuevas torturas por confesar la verdadera fe, y le hablaba de la valentía de todos aquellos que habían sufrido antes por Cristo. En la mañana, después de reiteradas negativas de ofrecer sacrificios a los ídolos, los torturaron otra vez. San Leoncio, al ver el intenso sufrimiento de los mártires y preocupante que algunos de ellos podrían fallar y perder la fe, oró a Dios para que tuvieran haber un final material rápido.

Cuando los santos mártires cantaban salmos a la media noche, un ángel del Señor se les apareció, y la prisión resplandecía con la luz. El ángel declaró a los mártires que su batalla estba cerca a su fin, y sus nombres ya estaban inscritos en el cielo. Dos de los guardias de la prisión, Meneus y Virilad, vieron lo que estaba pasando y creyeron en Cristo. A la mañana siguiente, el gobernador decidió poner a los mártires por Cristo a la muerte. Después de bestiales torturas, los quemaron en en el fuego, y arrojaron sus huesos en un río. Gentes piadosas encontraron las reliquias, las reunieron y las guardaron. Más tarde, cuando se le había otorgado libertad a la Iglesia de Cristo, una iglesia fue construida en este lugar, en nombre de los 45 santos Mártires.

 

Fuente: crkvenikalendar.com

 

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