Santos 700.000 mártires de Yasenovac

Hoy en el día de la Colocación del cinto de la Madre de Dios en el templo, se conmemora a los Santos Nuevos Mártires Serbios de Yasenovac.

 

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En la larga lista de los campos de concentración en Europa, ocupa un lugar especial Jasenovac. Entre 1941 y 1945 fueron asesinadas allí casi 800.000 personas. La mayoría fueron serbios, pero también murieron judíos, gitanos y comunistas. El modo de funcionamiento de aquellos campos se definió siguiendo el ejemplo de los campos nazis, pero la sevicia de la católica ustacha prevaleció sobre la eficacia alemana. A los croatas pareció no gustarles demasiado lo de gasear a los prisioneros con Ciclón-B y optaron por eliminarlos al estilo medieval, menos eficaz, pero más contundente, quemándolos vivos o utilizando martillos, cuerdas, hachas, cadenas o cuchillos. Los guardianes del campo hacían apuestas para ver quién podía matar más internos en una sola noche. El ganador fue un fraile franciscano, Pero Bnica, que degolló 1350 prisioneros con un cuchillo especial. Mile Friganovic, participante en aquella apuesta, relató cómo sucederon los hechos: Cita: El franciscano Pero Bnica, Ante Zrinusic, Sipka y yo apostamos para saber quién mataría más prisioneros aquella noche. La matanza comenzó y poco después de una hora yo había matado mucha más gente que ellos. Me parecía estar en el séptimo cielo. Nunca había entido tanta felicidad en toda mi vida. Ya después de unas pocas horas había matado 1.100 personas, mientras que los otros habían podido matar sólo 300 o 400 cada uno. Y entonces, cuando estaba experimentando el éxtasis más grande, me di cuenta que un campesino anciano me estaba mirando de pie, pacíficamente y con calma, cómo yo mataba a mis víctimas que morían con el más grande dolor. Su mirada me sacudió. En medio del más grande éxtasis quedé repentinamente paralizado y por algún momento no pude moverme para nada. Entonces caminé hacia él y descubrí que era algún vukasin (campesino) de la aldea de Klepaca, cerca de Capljina, en donde su familia entera había sido muerta. Había sido enviado a Yasenovac después de haber trabajado en los bosques. Me contó esto con una paz incomprensible que me afectó más que los gritos terribles que nos rodeaban. De golpe sentí el deseo de romper su paz torturándolo de la manera más brutal y, mediante su sufrimiento, recuperar mi éxtasis y continuar cogijándome en la inflicción del dolor. Lo separé de los demás y lo senté sobre un tronco. Le ordené gritar: “¡Larga vida para Pavelic!” o de lo contrario le cortaría su oreja. Vukasin guardaba silencio. Le arranqué su oreja. No dijo ni una palabra. Le dije una vez más que gritara “¡Larga vida para Pavelic!” o le desgarraría la otra oreja también. Le arranqué la otra oreja. Grité: “¡Larga vida para Pavelic!” o te voy a romper la nariz. Y cuando le ordené por cuarta vez gritar “¡Larga vida para Pavelic!” y lo amenacé con quitarle su corazón con un cuchillo, me miró y lentamente me dijo: “Haz tu trabajo, hijo”. Después de eso, sus palabras me dejaron perplejo, quedé paralizado, le arranqué los ojos, el corazón, le corté la garganta de oreja a oreja y lo arrojé a un pozo. Pero algo se quebrantó dentro de mí y no pude matar más gente aquella noche. El sacerdote franciscano ganó la apuesta porque mató 1350 prisioneros y le pagué la apuesta sin discutir. Desde ese día, no tengo paz. Cuando trato de torturar y matar de nuevo para entrar en aquel trance y exitación, veo a Vukasin mirarme, y tiro a un lado mi cuchillo y dejo de matar. Tomo más y más cada vez, pero eso sólo ayuda momentáneamente. Cuando tomo, especialmente antes de la noche, escucho la voz que me dice “Haz tu trabajo, hijo….” Y trato de evitar oírlo tapándome las orejas, golpeándome la cabeza, gritando, rompiendo todo lo que tengo a la vista y atacando a cualquiera que esté cerca a mí. En las noches no tengo paz, a cada rato mi sueño es interrumpido y a lo largo de la noche veo la mirada de Vukasin, y escucho: “Haz tu trabajo, hijo….!”. nuevo, sentí como si despertara de un horrible sueño. Traté de refrescarme un poco respirando el aire frío de la noche. Esa noche no pude dormir más, porque en mis ojos estaba Vukasin de Klepaca “.

 

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