San Juan el Hesicasta

 

Nacido en Nicópolis de Armenia, era hijo de Encracio y Eufemia. Se hizo monje a los diez y ocho años, y se entregó a la vida ascética, limpiando su corazón por completo mediante las lágrimas, la oración y el ayuno. Después de diez años fue hecho obispo de Colonia. El ejemplo de su vida movió a su hermano Pergamino y a su tío Teodoro, ambos miembros distinguidos de la corte de los Emperadores Zenón y Justiniano, a vivir vidas agradables a Dios. Viendo la maldad y la corrupción de este mundo, y sabiendo que le era imposible arreglar esto, abandonó su trono episcopal y se marchó al monasterio de san Sabas, cerca de Jerusalén, disfrazado de simple monje. Permaneció allí por algunos años sin ser descubierto, llevando a cabo todo trabajo que le asignase el abad consciente y capazmente. Entonces san Sabas sugirió al Patriarca de Jerusalén que lo ordenase sacerdote. Cuando el Patriarca vino a hacer esto, Juan confesó que ya era obispo. Entonces san Juan se encerró en su celda, pasando año tras año en en silencio y oración. Luego pasó nueve años en el desierto, alimentándose de hierbas salvajes, y entonces regresó al monasterio. Arrebató a los fieles de la herejía de Orígenes, e hizo una gran contribución a la lucha contra esa herejía y a su condenación. Podía percibir el mundo espiritual claramente, y sanaba a los enfermos. Podía someter a los demonios con facilidad, habiéndose conquistado ya a sí mismo. Entró en paz a su descanso en el 558 d. C. a los ciento cuatro años, siendo grande en humildad, poder y sabiduría divina.

 

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