San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla

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Juan nació en Antioquía en el 347 d. C. Su padre Segundo era comandante imperial, y su madre se llamaba Antusa. Estudiando filosofía griega, Juan se asqueó del paganismo helénico y se tornó a la fe cristiana como la única y completa verdad. Fue bautizado por Melecio, patriarca de Antioquía, y luego sus padres también fueron bautizados. Después de la muerte de estos, Juan se hizo monje y comenzó a vivir en estricto ascetismo. Después de terminar de escribir un libro, «Sobre el sacerdocio», se le aparecieron los apóstoles Pedro y Juan, profetizándole que tendría una vida de gran servicio, grande gracia, y gran sufrimiento. Cuando llegó el tiempo de su ordenación al sacerdocio, un ángel de Dios se le apareció al patriarca Flaviano (sucesor de Melecio) y a Juan al mismo tiempo. Mientras el Patriarca ordenaba a Juan, se veía una brillante paloma blanca volando sobre la cabeza de este. Famoso por su sabiduría, su ascetismo y el poder de sus palabras, Juan fue elegido Arzobispo de Constantinopla por voluntad del emperador Arcadio. Gobernó aquella Iglesia por seis años con celo y sabiduría inigualables. Envió misioneros a los paganos celtas y escitas, y limpió a la Iglesia de simonía, deponiendo a muchos obispos que estaban entregados a este vicio. Multiplicó las obras de caridad de la Iglesia, compuso un rito para la Santa Liturgia, avergonzó a los herejes, denunció a la emperatriz Eudoxia, interpretó las Escrituras con su mente de oro, y dejó a la Iglesia muchos libros y sermones preciosos. El pueblo lo glorificaba, los celosos lo aborrecían, y la Emperatriz lo envió al exilio dos veces. Pasó tres años en el exilio, y murió el día de la Santa Cruz, 14[/27] de septiembre del 407, en un lugar llamado Comana en Armenia. Los santos apóstoles Pedro y Juan se le aparecieron de nuevo en la hora de su muerte, y también el mártir Basilisco, en cuya iglesia recibió la Comunión por última vez. «¡Gloria a Dios por todas las cosas!» fueron sus últimas palabras, y con ellas el alma del Crisóstomo [«boca de oro»] entró al Paraíso. De sus reliquias, la cabeza se conserva en la Iglesia de la Dormición en Moscú, y el cuerpo en el Vaticano en Roma.

 

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