¿Por qué nos empeñamos en amar las cosas del mundo?

San Teófano el Recluso

 

 

En el mundo —en este mar de pecados—, todos mis días han transcurrido en vano. Mi vida se me ha ido sin dejarme algún beneficio; hasta he dejado de pensar en el día de mi muerte. He hecho muchas cosas en vano y he conseguido acumular un gran número de pecados, que no son sino haces de cizaña condenados a arder. Y he aquí que el llanto y los suspiros me esperan en aquel pavoroso lugar.

¡Por haberte amado desde mi juventud y hasta la vejez, oh mundo infame, el tiempo de mi vida se me ha ido sin darme cuenta! ¡Y la muerte vendrá y me hallará en pecado, para después llevarme con ella! ¡Si tan solo no te hubiera conocido, oh mundo tan despreciable! Los que te aman no pueden gozarse de la felicidad verdadera, y quienes te odian no tienen por qué llorar. ¡Dichoso aquel que haya roto tus cadenas, porque ése heradará la morada de la felicidad!

Con su aspecto, este mundo engaña hasta a los más juiciosos, porque durante algún tiempo parece digno de ser deseado; incluso nos ofrece todas sus bondades y tesoros. Sin embargo, el día de tu muerte te arrebata todo y te recompensa con tormentos. Por un tiempo nos deja pecar, pero después nos paga con la oscuridad eterna.

 

Fuente: doxologìa.org

 

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