Mártires Galación y su esposa Episteme

 

Cleitofon y Leucipe, eran una pareja rica y distinguida, de la ciudad Siria de Homs y durante mucho tiempo no pudieron engendrar hijos.

Por esos años, la ciudad de Homs era gobernada por Secundo, puesto allí por el César de Roma. Era éste un perseguidor implacable de los cristianos y para intimidarlos ordenó que se exhiban los instrumentos de tortura en las calles. La sospecha más ligera de pertenecer a “la secta del Galileo” (así los cristianos eran llamados por los paganos), era bastante para que un hombre fuese arrestado y torturado. A pesar de esto, muchos cristianos se entregaban voluntariamente en las manos de los ejecutores, en su deseo de sufrir para Cristo.

Había en la ciudad, un anciano llamado Onofrio, que ocultaba su dignidad monacal y sacerdotal bajo los trapos de mendigo, y aprovechaba cualquier oportunidad para volver a las personas del error pagano, predicándoles sobre Cristo.

Una vez, él vino a la casa de Leucipe. Aceptando limosnas de ella, él se dio cuenta del sufrimiento de la mujer, y le preguntó cuál era la causa de esta tristeza. Ella le confesó al anciano sobre su infortunio familiar. Consolándola, Onofrio le habló sobre el verdadero Dios, sobre Su omnipotencia y misericordia, y cómo Él siempre concede la oración de aquéllos que se vuelven a Él con fe. La fe llenó el alma de Leucipe. Ella creyó y aceptó el Santo Bautismo. Poco después de esto Dios le mostró en un sueño que ella tendría un hijo que sería un verdadero seguidor de Cristo. Al principio, Leucipe le ocultó lo sucedido a su marido, pero después de que el niño nació, ella le reveló el secreto y también lo persuadió para ser bautizado.

Los padres llamaron al bebé: Galactio y lo instruyeron en la fe cristiana y procuraron darle una destacada educación. Éste podría haber ejercido una carrera prestigiosa, pero Galactio buscó la vida monacal en la soledad y oración.

Cuando Galactio cumplió venticuatro años, su padre decidió casarlo y le encontró una novia, una muchacha bonita e ilustre llamada Epistemia. El hijo no se opuso a la decisión de su padre, pero por voluntad de Dios, la boda se pospuso durante un tiempo. Visitando a su novia, Galactio le reveló su fe gradualmente. Pasado un tiempo, ella se convirtió a Cristo y él la bautizó en secreto. Después del casamiento se conservaron en virginidad.

Además de Epistemia, él también bautizó a uno de sus sirvientes, Eutolmio. El recién bautizado decidió, como Galactio, consagrarse a la vida monacal. Dejando la ciudad, ellos se escondieron lejos en la Montaña Publio dónde había dos monasterios uno para hombres y el otro para mujeres. Los nuevos monásticos tenían que realizar todo el trabajo físico, puesto que los habitantes de ambos monasterios eran débiles ancianos.

Durante varios años los monjes se esforzaron en el trabajo, ayuno y oración. Una vez, Epistemia tuvo una visión en sueño: ella y Galactio estaban de pie en un palacio maravilloso ante un Rey radiante, y el Rey colocaba coronas sobre ellos. Esto fue un anuncio de su inminente martirio.

Los paganos se dieron cuenta de la existencia de los monasterios, y una división militar fue enviada para apresar a sus habitantes. Pero los monjes y las monjas consiguieron esconderse en los montes. Galactio, sin embargo, no quiso huir y permaneció en su celda, leyendo las sagradas Escrituras. Cuando Epistemia se supo que los soldados aprehendieron a Galactio, ella imploró a la Abadesa que le permitiera también ir, pues ella quería soportar el martirio por Cristo junto con su esposo y maestro. La Abadesa, llorando bendijo a Epistemia para que hiciera lo que deseaba.

Los santos soportaron terribles tormentos, mientras oraban y glorificaban a Cristo. Sus manos y piernas fueron mutiladas, sus lenguas fueron cortadas, y luego los decapitaron.

Eutolmio, el anterior sirviente de Epistemia, y quién se había convertido en su hermano en Cristo y compañero asceta en la vida monacal, en secreto enterró los cuerpos de los santos mártires y escribió el relato de su memorable vida y de su glorioso martirio, para sus contemporáneos y para la posteridad.

Tropario para los mártires

Tus mártires Galactio y Epistemia, Señor, por su lucha, recibieron de Ti la corona incorruptible, Oh Dios nuestro. Porque obteniendo Tu Poder, destruyeron a los tiranos y aniquilaron el poderío de los demonios impotentes. Salva, pues, Oh Cristo Dios, por sus intercesiones, a nuestras almas.

 

Fuente: crkvenikalendar.com

 

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