—Es mejor sufrir en este mundo y en esta vida que sufrir por toda la eternidad,—

 

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—¡En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo!

San Theophan dijo las siguientes palabras: —Es mejor sufrir en este mundo y en esta vida que sufrir por toda la eternidad.— Él dijo esto, reflexionando en el significado de sufrimiento humano.

 

 

De hecho no existe ni una persona quien no ha pasado por sufrimiento, por algún tipo de tormento, aun estando aparentemente próspero y feliz; a no mencionar los quienes están desfavorecidos, no felices, enfermos, necesitados, discapacitados, y finalmente los quienes están en sus lechos de muerte. Este sufrimiento pertenece a nuestra vida.

Dios no produce nada que no es bueno, porque Él es Amor. Todo sufrimiento y mal no ocurre por la voluntad de Dios (porque Dios no es el creador de mal), sino por la voluntad de hombres. Y sabemos por las Santas Escrituras como empezó todo – desde el hecho que las primeras personas abandonaron la vida según la ley de Dios, violaron el mandamiento Divino, y así fueron sacados de comunión con Dios y fueron privado de gracia Divina, que los había protegido de todas las enfermedades y pesares. Un exceso de gracia Divina incineraba cualquier intento de mal hecho por ambos los hombres y los animales en su alrededor. Todo estaba en armonía, en acuerdo mutuo, y todo fue destrozado por pecado humano. Así sufrimiento no es original, pero pecado sí lo es, que significa que el sendero de liberación de sufrimiento es por vencer el pecado.

Y hay algunas analogías aquí, de las que, tal vez, debemos pensar. Entre el sufrimiento que cae a la suerte de una persona – condena, prisión, trabajos forzados – estos son la concentración y manifestación máxima de sufrimiento humano, especialmente en combinación con enfermedades y pesares internos. Pero tales pesares no ocurren a una persona por ninguna razón, sino ocurren como el resultado de un crimen, violación de la ley y el orden. Y para que se arrepiente una persona, para que sea absuelto de cualquiera acusación, él pasa por castigo porque encarcelamiento es el castigo por el crimen cometido.

¿Y para qué pone a la prueba la salud humana, la voluntad humana, para qué pone a la prueba la psiquis humana? ¿Para qué hacer a una persona pasar por dolor por un crimen que ha cometido? Todo esto cabe dentro una cierta lógica de la vida humana, pero también tiene un sentido más profundo, porque encarcelamiento tiene como su meta no sólo castigo, sino también la corrección de una persona. ¿Para qué sirve si una persona sea castigada y no corregida, como sabemos que pasa con frecuencia? Pero el castigo verdadero para una persona después de que ha cometido un crimen tiene corrección como su meta.

¿Qué significa esto¿ Esto significa que una persona tiene que hacer reparación por su crimen, su pecado, por sufrimiento. Y si esto es verdad y cabe dentro de la lógica de la existencia humana en relación a cada uno de nosotros, entonces ¡que verdadero es todo eso en relación a toda la humanidad que fue oscurecida por la perpetración de pecado original! ¡Y después de pecado original, que montañas tan enormes y altísimas de toda la iniquidad y mal que había sido cometido por la voluntad humana! ¿Y cómo podría todo esto ser perdonado a la humanidad sin redención?

El Señor, mostrando amor inefable por Su creación, toma este tormeto sobre Si Mismo. Él da de Si Mismo, por Su Único Hijo Engendrado, a tortmento, a una muerte terrible y vergonzosa que tenía como propósito la expiación de los pecados humanos y de verdad los expió. Esto es el significado de lo que Él hizo en la cruz. Por supuesto, esto es el misterio Divino más grande, pero al fin, Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos, dice el Señor (Isaías 55: 8). De hecho, el sendero de Dios no es un sendero humano, y ¿cómo podemos nosotros, caminando por nuestros senderos pequeños, entender la grandeza del sendero Divino? Pero aún, se revela algo a nosotros, incluyendo por la palabra de Dios, y entendemos que la cruz, las torturas terribles y la ejecución que aceptó el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, nuestro Señor Jesucristo, no es nada sino redención que de verdad podía incinerar el pecado de toda la raza humana – y lo hizo todo el Señor.

Hoy recordamos Su cruz, Su sufrimiento, hacemos una reverencia ante Su cruz y, como siempre, oramos por nuestros pesares. Así se creó Dios el hombre – aun de rodillas ante la cruz, oramos por nuestros pesares. Pero, de rodillas ante la cruz, tenemos que, primeramente, dar gracias al Señor por Su sacrificio, por Su amor por todos nosotros, por el cual recibimos salvación y expiación de nuestros pecados.

Es a la cruz que el tercer domingo de Gran Cuaresma, en su medio exacto, se dedica, y también la semana siguiente. Todo eso debe ayudarnos por reflexión, oración, y lectura de las Escrituras Santas no sólo para entender, sino también para sentir el poder Divino que tocó la raza humana y cada uno de nosotros, y por el sufrimiento del Hijo de Dios, nos llevó liberación.

Que la experiencia de la semana que viene nos fortalezca en fe, también en el entendimiento que pesares que pasan en nuestras vidas son necesarios, tanto como el pesar más grande del Salvador, clavado a la cruz en Calvario, fue necesario. Pruebas y tribulaciones no deben quebrar a la persona, mucho menos privarlo de la fe. Y aun si una persona comienza a tener la vacilación más pequeña de fe, que muchas veces viene con las palabras, —Señor, ¿dónde estás? ¡Sí existieras, esto no habría pasado!— entonces, tan pronto como esta tentación del diablo toca nuestro conocimiento, que miremos la cruz y entendamos que el Salvador del mundo sufrió más para expiar pecados humanos. Por esto, tal vez, el Señor permite nuestros pesares para que ya aquí en la tierra, repararemos nuestros pecados y seremos dignos de entrar en Su Reino Divino.

Protegiendo a nosotros mismos de todo mal con la cruz, de cualquier duda, de toda vacilación en fe, que caminemos el sendero de vida con esperanza en la voluntad de Dios, recordando que las pruebas de la vida no nos vienen por ninguna razón. Hay significado en cada pesar por el cual pasamos, y se asocia primeramente con la expiación de nuestros pecados personales, para que, dejando todos estos pecados aquí, podamos entrar en el Reino de Gloria Divina, puro y brillante. Amén.—

 

Fuente: russian-faith.com

 

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