El temor de Dios y el cumplimiento de los mandamientos

San Nicolás Velimirovich

 

No hay nada más terrible en el mundo, que el hombre que ha perdido el temor de Dios.

 

 

Misericordioso es el Señor con quienes le temen. Ya en nuestros cantos más antiguos se decía que los soldados de la patria no le temían a nadie, a excepción de Dios.

¿En qué consiste el temor de Dios? En el temor a no vulnerar Su Ley. En pensar, cada día y a cada instante, en Sus mandamientos, esforzándonos en cumplirlos. Quien pierde el temor de Dios, quebranta Sus mandamientos: blasfemando en contra de Su santo Nombre, adorando a la cultura en vez de adorarlo a Él, despreciando a sus propios padres o burlándose de los ancianos, dejando de respetar el día domingo como uno de fiesta por la Resurrección de Cristo, o pensando que no constituye una iniquidad el asesinato, el desenfreno, el falso testimonio, o desear y usurpar lo que es de los demás. Luego, quien vulnera de esta forma los mandamientos de Dios, todos o al menos uno de ellos, pierde el temor de Dios.

Por eso es que empieza a temerle a cualquier sombra, al repentino canto de algún pájaro y hasta al crujido de las hojas secas. No hay nada más terrible en el mundo, que el hombre que ha perdido el temor de Dios. Quien contravenga los mandamientos y viva, no según los mandatos de Dios, sino según los suyos propios, habrá perdido el temor de Dios; en otras palabras, se estará haciendo a sí mismo “Dios”. La consecuencia de esto es la aparición de miles de miedos, a las sombras, a las voces y a los sonidos que le rodean. ¿Acaso no es mejor sentir el temor de Dios, que aterrorizarse por cualquier cosa?

 

Fuente: doxologìa.org

 

Pravoslavie.cl