El Gran Miércoles Santo en los himnos de la Iglesia

Nicolás Pintilie

 

Una luz que mana de la humildad de Aquel que hoy se deja vender por amor a Su creación, por amor a nosotros, los hombres, siempre contrariados y descontentos.

 

 

Mientras la adúltera traía el perfume, el discípulo ingrato pactaba con los infames. Mientras ella derramaba el bálsamo, él buscaba vender a Aquel que no tiene precio, Mientras ella conocía al Soberano, él se apartaba del Soberano. Mientras ella se salvaba, él se hacía siervo del maligno. ¡Mala es la dejadez, pero grande la contrición, la cual te pedimos a Ti, Señor, que sufriste por nosotros y sálvanos!” (Katisma del Gran Miércoles Santo).

Ya desde los primeros siglos, los cristianos vivían cada miércoles de forma especial. Aunque el domingo era el día litúrgico y eucarístico por excelencia, y el viernes del día en el que nuestro Señor Jesucristo abrió Sus brazos sobre la Cruz, el miércoles nos revela otro misterio de la historia de la salvación. La Didaché o Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles, un documento de finales del siglo I, recomendaba a los cristianos ayunar “cada miércoles, cuando rememoramos el momento en que el Señor fue vendido y el inicio de Su Pasión en el cuerpo”. De hecho, cada miércoles es una continuación del Gran Miércoles Santo, cada miércoles nuestro Señor Jesucristo es vendido nuevamente. Es un día en el cual nuestra alma libra una lucha —la bondad humana contra el pecado y la oscuridad—, tal como lo canta también la Iglesia el Santo y Gran Miércoles. Por una parte, la mujer pecadora; por la otra, el discípulo, quien, a pesar de haber comido y caminado con el Señor, siendo testigo de Sus milagros, lo vendió.

Una vida sin Dios hoy se transforma en luz, “al conocer al Señor”, en tanto que una vida de bendición y presencia en un gran número de milagros termina en las tinieblas. De hecho, estos son los dos personajes que cada uno de nosotros tiene en su alma. Nuestra vida oscila entre la luz y la oscuridad… ¡lo importante es que, al final, la luz se la que venza! “Mala es la dejadez, pero grande la contrición”. Esto nos muestra también el camino a la luz. Una luz que mana de la humildad de Aquel que hoy se deja vender por amor a Su creación, por amor a nosotros, los hombres, siempre contrariados y descontentos, hasta por las condiciones del tiempo…

 

Fuente: Doxologia.org

 

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