Bienaventurada Xenia de Petersburgo

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Santa Xenia Grigorievna, fue la esposa del coronal Andrey Fedorovich Petrov, quien trabajaba como cantor palaciego. Al quedarse viuda a los 26 años aparentaba haber perdido la razón por el dolor. Ella repartió a todos sus bienes entre los pobres, se vistió con la ropa de su difunto esposo y como olvidándose de su propio nombre se llamaba con el nombre de su esposo, Andrey Fedorovich.

Estas rarezas no se relacionaban con la pérdida de la razón, sino significaban el desprecio absoluto a los bienes terrenales y a la opinión humana, que ponía estos bienes en el centro de la existencia. Así Xenia de Petersburgo aceptó la pobreza de espíritu por el Cristo.

Al conocer con la muerte de su amado esposo toda la inconstancia y lo ilusorio de la felicidad en la tierra, Xenia con todo su corazón se dirigió a Dios y solo en Él buscaba protección y consuelo.

Los efímeros bienes terrenales dejaron de tener algún interés para ella. Xenia tenía una casa pero la entregó a una conocida con la condición de que ahí se dará refugio a los pobres. Sin tener refugio, ella erraba entre los pobres de Petersburgo y por la noche se iba al campo, donde pasaba la noche rezando.

Cuando en el cementerio Smolenskoe comenzaron a construir la iglesia, al oscurecer y en secreto, Xenia llevaba los ladrillos arriba de la construcción y con eso ayudaba a los albañiles a levantar las paredes de la iglesia.

Unos parientes de Xenia quisieron acomodarla y darle todo lo necesario para vivir, pero ella les contestaba: “Yo no necesito nada.” Ella se alegraba con su miseria y cuando llegaba a algún lugar decía: “Estoy toda aquí.” Cuando la ropa de su difunto esposo se redujo al polvo, Xenia se vistió con la ropa más pobre y en los pies llevaba calzado roto sin medias. Ella no usaba abrigo obligando a su cuerpo sufrir el frío.

Sintiendo la grandeza del espíritu de venerable Xenia, los ciudadanos de Petersburgo la querían porque ella despreció lo terrestre por el Reino de Dios. Cuando Xenia entraba en la casa de alguien esto se consideraba una buena señal. Las madres se ponían contentas cuando ella besaba al niño. Los cocheros pedían permiso para llevarla un poquito, porque después las ganancias estaban aseguradas para todo el día. Los vendedores en las ferias trataban de darle algo y si Xenia lo aceptaba, toda la mercadería de este vendedor se vendía muy rápido.

Xenia tenía el don de perspicacia. En vísperas de Navidad del año 1762 ella caminaba por Petersburgo diciendo: “preparen los panqueques, mañana toda la Rusia va a hacer los panqueques. Al día siguiente falleció la emperatriz Elisaveta Petrovna. Unos días antes del asesinato del joven de la familia del zar, Juan VI Antonovich (el tataranieto del zar Alexey Mijailovich), el que en su niñez fue proclamado emperador ruso. La bienaventurada lloraba y repetía: “sangre, sangre, sangre.” Unos días después de la fracasada conspiración de Mirovich, el joven Juan fue asesinado.

Una vez Xenia vino a casa donde había una hija grande. Dándose la vuelta y mirando a la joven, dijo: “tu estas tomando el café aquí y tu marido en Ojta esta enterrando a su esposa. Tiempo después esta joven se casó con un viudo y quien en aquel momento estaba enterrando a su primera esposa en el cementerio de Ojta.

La bienaventurada Xenia falleció al final del siglo XVIII, pero la leyenda no conservó ni el año, ni el día de su muerte. La enterraron en el cementerio Smolenskoe donde ella ayudaba a construir la iglesia. La peregrinación a su tumba comenzó al poco tiempo de su fallecimiento. Bienaventurada Xenia muchas veces aparecía a la gente que se encontraba en circunstancias difíciles, advirtiendo sobre los peligros y salvando de los siniestros.

La Bienaventurada no paraba de prestar su amor comprensivo a todos aquellos que con fe pedían ayuda. Se conocen muchos casos de su ayuda a los que sufrían y a los que estaban en situaciones desesperantes.

El empleado público Nicolay Selivanovich Golovin vivía en la ciudad Grodno, alrededor de 1907, y muchas veces tenía disgustos en el empleo. Vino a Petersburgo para organizar sus asuntos, pero las cosas se complicaron más. Golovin era muy pobre y tenía una madre anciana y dos hermanas, todos estaban a su cargo. Desesperado él caminaba por las calles de Petersburgo y aunque era una persona creyente, en su alma comenzó a deslizarse el pensamiento sobre la posibilidad de tirarse al río Neva. En este momento apareció una desconocida que lo asombró con su apariencia y le recordaba a una monja pobre. “¿Por qué estas tan triste?” Preguntó ella. “Vaya al cementerio Smolenskoe y pedí oficiar una misa por la difunta Xenia y todo se arreglará.” Después de estas palabras la desconocida se hizo invisible. Golovin cumplió el consejo de esta misteriosa monja e inesperadamente sus asuntos se arreglaron de la mejor manera. Muy contento Golovin regresó a su casa en Grondo.

El emperador Alejandro III, cuando todavía era el heredero al trono, se enfermó de tifus en forma grave. Su esposa María Fedorovna estaba muy preocupada por la enfermedad de su esposo. Uno de los ayudantes de cámara al encontrarse con ella en el pasillo le contó como la bienaventurada Xenia ayuda a los enfermos y le dio la arena juntada de la tumba de la bienaventurada Xenia y agregó que él mismo se había curado de una enfermedad gracias a la oración de bienaventurada. La Gran Duquesa colocó la arena debajo de la almohada del enfermo y la misma noche, cuando estaba sentada en la cabecera, tuvo la visión de la bienaventurada Xenia, la que le dijo que el enfermo recobrará la salud y que en su familia nacerá una hija. Deben llamarla Xenia. La predicción de la bienaventurada se cumplió exactamente. Una hacendada de la provincia de Pskov tenía un pariente en Petersburgo, quien estaba de visita en su casa. El pariente le contó como honraban en la capital a la bienaventurada Xenia. Impresionada por lo que escuchó, la piadosa hacendada, antes de acostarse a dormir, rezó por el descanso de su alma. Por la noche soñó que Xenia caminaba alrededor de su casa y la regaba con el agua. Por la mañana se prendió el fuego en el henil, pero el fuego no se desplazó más allá y la casa quedó intacta. La viuda de un coronel llegó a Petersburgo para inscribir en el cuerpo de cadetes a sus dos hijos. Pero no tuvo éxito. El dinero que ella había llevado para el viaje se estaba acabando y la viuda caminaba por las calles llorando de la desesperación. De repente se le acercó una mujer plebeya y le dijo: “Pedí que oficien una misa por la difunta Xenia, ella ayuda en las desgracias.” “¿Quién es Xenia?” Preguntó la viuda. “La lengua te puede llevar hasta Kiev” (un dicho ruso) le contestó la mujer y desapareció rápidamente. Realmente, la viuda del coronel pudo averiguar fácilmente quien era Xenia. Pidió oficiar una misa por los difuntos sobre su tumba en el cementerio Smolenskoe e inesperadamente pronto recibió la noticia que sus dos hijos fueron aceptados en el cuerpo de cadetes.

Se conocen muchos casos sobre la ayuda de la bienaventurada Xenia. La gente rusa es reflexiva sobre la interacción del mundo del cielo y de la tierra y ya va el segundo siglo que recuerdan a la bienaventurada Xenia en sus oraciones.

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