​Los Santos

 

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La doctrina de la Iglesia se encarna en la vida de los creyentes verdaderos, los santos. Los Santos son aquellos que literalmente comparten la Santidad de Dios. “Sed Santos, porque Yo, vuestro Dios,  soy Santo” (Levítico 11, 44; I Pedro 1, 16) Las vidas de los Santos atestiguan la autenticidad y la verdad del Evangelio Cristiano, don verdadero de la Santidad de Dios a los hombres.

En la Iglesia existen diferentes clases de Santos. Además de los Santos padres quienes son glorificados específica y especialmente por sus enseñanzas, hay otros tipos de santos según los aspectos particulares de su santidad.

Así es que se encuentran los apóstoles quienes son enviados para proclamar la fe cristiana, los evangelistas quienes específicamente anuncian y escriben los evangelios, y los profetas que son directamente inspirados para hablar la Palabra de Dios a los hombres. Están los confesores quienes han sufrido por la fe y los mártires quienes mueren por la fe. Están las llamadas “personas santas”, santos que fueron monjes o monjas; y los “justos”, santos de entre los laicos.

Además, los libros litúrgicos tienen un  titulo especial para los santos que eran del clero y otro título especial para los que fueron monarcas o jefes de estado. También hay una clasificación extraña que se denomina a los “locos o insensatos por causa de Cristo”. Estos son aquellos santos que atestiguaron al Evangelio Cristiano del Reino de los Cielos mediante su total despreocupación  por aquellas cosas que generalmente las personas consideran necesarias: ropa, comida, dinero, casa, seguridad, reputación pública, etc. Reciben su nombre de la frase del Apóstol Pablo:“Nosotros somos insensatos por Amor de Cristo” (I Cor. 4, 10; 3, 18)

Existen incontables volúmenes de escritos sobre las vidas de los santos en la Tradición Ortodoxa. Estos se llaman “Hagiografías”. Su atenta lectura y estudio puede dar muchos frutos espirituales  para el descubrimiento del significado de la fe y vida cristiana. En estas “vidas” se ve claramente la visión cristiana de Dios, del ser humano y del mundo. Sin embargo, como estos libros fueron escritos  en épocas muy diferentes a la nuestra, es necesario leerlos cuidadosamente y con mucha atención para poder distinguir los puntos esenciales de los adornos artificiales y a veces fantasiosos que frecuentemente fueron incluidos en ellos. En la Edad Media, por ejemplo, era costumbre adaptar las vidas de los santos a obras literarias de épocas anteriores e inclusive adornar las vidas de los santos menos conocidos para que fueran más parecidas a santos anteriores del mismo tipo. También era bastante común agregar muchos elementos, particularmente acontecimientos sobrenaturales y milagrosos de lo más extraordinario, para volver más creíble la genuina santidad del santo, aumentar su verdadera bondad y espiritualidad, y para alentar a sus oyentes o a los lectores para imitar sus virtudes. En muchos casos lo milagroso era exagerado para enfatizar la rectitud ética y la pureza del santo frente a sus detractores.

Por lo general, no es difícil distinguir en las vidas de los Santos entre los elementos definitivamente verdaderos,  y los detalles y adornos que fueron agregados en el espíritu de piedad y entusiasmo en épocas posteriores.  Se debe hacer el esfuerzo necesario para discernir cuál es la verdad esencial en las vidas de los santos. Sin embargo, el hecho de que elementos naturales de la naturaleza milagrosa fueran agregados a las vidas de los santos durante la Edad Media con el objetivo de educar, entretener e incluso hasta divertir, no debe llevarnos a la conclusión que todo lo milagroso que encontramos en las vidas de los santos es inventado por algún motivo literario o moralizante. Por el contrario, se debe insistir que una lectura atenta de las vidas de los santos casi siempre revelará lo que es auténtico y verdadero en lo milagroso. Además, como ya hemos dicho, y con razón, podemos también aprender casi tanto acerca del verdadero significado del cristianismo de las leyendas de los santos producidas dentro de la Tradición de la Iglesia como de las mismas vidas auténticas.

 

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